Os voy a comentar un poco las minas de Cabarceno y como lo han hecho un parque natural. Inaugurado como parque natural en 1989.
Lo primero que llama la atención son las poderosas agujas calizas que se elevan decenas de metros entre cuidados prados y bosquetes de árboles de la región. En mitad del fantástico escenario es fácil sorprenderse por los aullidos de una manada de lobos, los escarceos de los osos pardos y los nerviosos devaneos de los corzos. Desde el primer momento, el medio natural empapa por completo a quienes llegan a este paraje.
Naturaleza a todo pasto, pero también historia. Nada menos que Plinio, el viejo historiador romano, remite las primeras referencias: «De todas las vetas metalíferas, las más abundante en Cantabria es el hierro. En la zona marítima que baña el Océano hay un altísimo monte que parece increíble, todo él es de metal».
Mucho antes de aquellos tiempos se remontan las explotaciones minerales en la sierra de Cabarga, como demuestra el antiquísimo caldero hallado en la Crespa, una de las minas de Cabárceno, datado entre 900 y 600 años antes de nuestra era. Desde entonces no dejaron de funcionar sus minas hasta el cercano 1989. En el siglo XVII, vivieron su esplendor, abasteciendo a las Reales Fábricas de Artillería de Liérganes y La Cavada y durante el final del XIX el desarrollo industrial del momento exigió intensificar las extracciones.
Tan prolongados esfuerzos originaron grandes transformaciones ambientales y paisajísticas. En los albores del tercer milenio, lejos de resultar denunciable, su aprovechamiento sostenible ha creado un paraje sobrenatural.
Las enormes chimeneas y montones de escorias rojizas son dueñas de un paisaje campestre que tienen en Cabárceno la máxima expresión de la esencia cántabra. Terreno baldío por el abandono de su minería, el Gobierno Cántabro adquirió entonces la zona convirtiendo sus 750 hectáreas en Parque Natural donde se situó un singular establecimiento zoológico.
Recuperado por completo, este escenario reúne en la actualidad lo más representativo del reino vegetal y animal de la naturaleza cantábrica, representado con una peculiar concentración de ejemplos autóctonos. Por si todo ello fuera poco, Cabárceno añade unas gotas de exotismo con el plantel de animales de los cinco continentes que acoge en sus singulares instalaciones.
A mitad de camino entre el establecimiento zoológico y el safari, en las corralizas, jardines y habitaciones creadas por los derrumbes minerales se han habilitados sorprendentes estancias donde se mueven a su antojo tigres, leones, hienas, hipopótamos, jirafas, elefantes, avestruces, rinocerontes, canguros...
Estela María Cayuela Escobar 2ºA Bach
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